La obesidad representa la enfermedad metabólica más prevalente a nivel mundial, conllevando
un aumento de la morbi-mortalidad y la consiguiente disminución en la esperanza de
vida
1
. A pesar de la magnitud del problema y de la atención que recibe en las publicaciones
científicas
2
,
3
, la pandemia sigue creciendo de forma imparable. Según un estudio reciente llevado
a cabo en 200 países, la prevalencia de la obesidad en el mundo se ha multiplicado
por seis en los últimos 40 años
4
. La prevalencia de obesidad en Europa varía entre el 12 y el 26%
5
, rango dentro del cual se encuentran también las cifras en la población adulta española,
en torno al 22%
6
. La obesidad se ha convertido en una de las principales causas de muerte, ya que
constituye el principal factor de riesgo para una serie de enfermedades no transmisibles,
en particular la diabetes tipo 2 (DT2)
7
,
8
. Esta estrecha relación llevó hace unos años a acuñar el término diabesidad, destacando
el hecho de que la mayoría de las personas con DT2 tienen obesidad
9
.
La Federación Internacional de Diabetes estimó en 2015 que 415 millones de personas
en el mundo tenían diabetes (de todos los tipos)
10
. En España, la prevalencia de diabetes diagnosticada se sitúa en torno al 6,7% según
un trabajo reciente
11
. Pero si se mide directamente la prevalencia de DT2 siguiendo los criterios de la
Asociación Americana de Diabetes, esta ronda el 14% de la población, lo que confirma
que la DT2 se encuentra muy infradiagnosticada en la población general
12
,
13
. Sin embargo, hasta ahora no había trabajos que estimaran la prevalencia de diabesidad
y la coexistencia de obesidad y DT2 en la población española.
En un interesante trabajo publicado en este volumen de Anales del Sistema Sanitario
de Navarra, López-González y col
14
encuentran que la prevalencia de diabesidad en la población laboral española, estimada
a partir de una muestra de más de 418.000 trabajadores de todo el territorio nacional,
oscila entre el 2,6 y el 5,8% dependiendo del método utilizado para el diagnóstico
de la obesidad. Esta información es de gran relevancia dado que, hasta donde conocemos,
es el primer estudio que determina la prevalencia de diabesidad en la población trabajadora
de España.
En su estudio
14
, los autores encuentran prevalencias de diabetes (6,1%) y de obesidad (16,4% en mujeres
y 19,6% en varones) ligeramente inferiores a trabajos anteriores. Hay que tener en
cuenta que es población trabajadora, que aproximadamente el 50% tiene menos de 40
años y que la presencia de diabetes se determinó por diagnóstico previo o por tener
una hemoglobina glicosilada ≥6,5% tras presentar una glucemia en ayunas superior a
125 mg/dL. Por ello, la diabetes puede estar infradiagnosticada en comparación con
la determinación mediante un test de tolerancia a la glucosa. No obstante, el dato
resulta de gran interés para poder hacernos una idea del alcance de la diabesidad
en la población trabajadora e intuir que la prevalencia en la población general será,
seguramente, todavía mayor.
La prevalencia de diabesidad se muestra muy dependiente de cómo se define el grado
de obesidad. Además de mediante la clasificación por el índice de masa corporal (IMC),
el diagnóstico de obesidad se estableció estimando el porcentaje de grasa corporal
(%GC) mediante cinco fórmulas diferentes: CUN-BAE (Clínica Universidad de Navarra-Body
Adiposity Estimator), ECORE-BF (Equation Cordoba for Estimation of Body Fat), Fórmula
Palafolls, IMG (índice de masa grasa) de Deuremberg, y RFM (Relative Fat Mass)
14
. Con esta aproximación se confirma que el IMC infraestima el diagnóstico de obesidad;
el estudio evidencia que el IMC presenta una buena especificidad para determinar el
exceso de grasa, pero una baja sensibilidad. Este hecho es de gran importancia, mostrando
que existe un alto grado de clasificación errónea en el diagnóstico de la obesidad
en la práctica clínica, lo que resulta en el infradiagnóstico de los pacientes en
riesgo y, por tanto, en la pérdida de oportunidades para tratar esta condición que
comporta una amenaza importante para la salud
15
. La prevalencia de diabesidad fue de 2,6% teniendo en cuenta el IMC, 5,1% según CUN-BAE,
5,1% para ECORE, 5,8% utilizando Palafolls, 5,3% según IMG y 3,7% para RFM. Las frecuencias
de diabesidad obtenidas utilizando las fórmulas CUN-BAE, ECORE e IMG fueron las que
mejor se correlacionaron con el resto, mientras que CUN-BAE fue la que mostró más
consistencia con las demás. Los autores recomiendan valorar la diabesidad utilizando
estas fórmulas en lugar del IMC14; trabajos previos han mostrado la utilidad clínica
de CUN-BAE
16
.
López-González y col
14
también concluyen que la prevalencia de diabesidad es mayor en varones, personas no
fumadoras y en estratos sociales más bajos, y que aumenta de manera muy marcada con
la edad. El sexo masculino, los estratos sociales más bajos y la edad se asocian,
tanto en el presente estudio como en otros trabajos, con un mayor grado de obesidad
6
,
14
y de DT2
12
,
14
en la población española, por lo que cabía esperar que, de modo similar, se asociaran
con un mayor riesgo de diabesidad. El hecho de que la prevalencia de diabesidad fuese
ligeramente inferior en fumadores parece relacionarse con la inhibición del apetito
inducida por la nicotina y, por tanto, con menores tasas de obesidad
17
. Asimismo, también contribuyen las menores tasas de DT2 en fumadores encontradas
en el estudio de López-González y col
14
, si bien otros autores encuentran resultados diferentes
18
.
Queremos felicitar al grupo de López-González y colaboradores por el trabajo llevado
a cabo, que proporciona una herramienta muy útil para tener una primera aproximación
de la prevalencia de diabesidad en la población laboral española. Su estudio refuerza
la noción de que la clasificación de la obesidad mediante el IMC puede conllevar una
elevada tasa de error. Queda mucha labor por delante para poder establecer también
la prevalencia de diabesidad en la población general, así como en grupos específicos,
como personas mayores, y niños y adolescentes. Dada la elevada prevalencia de la obesidad
y el elevado riesgo asociado de desarrollo de DT2, y por tanto de diabesidad, nuestros
esfuerzos futuros deben ir encaminados, entre otros aspectos, a conocer mejor los
mecanismos fisiopatológicos subyacentes, lo que posibilitará utilizarlos para el desarrollo
de herramientas terapéuticas y para mejorar los protocolos de manejo del paciente
con diabesidad.