El artículo comienza con el análisis de los avances y limitaciones en el campo de la salud pública, para abordar más tarde la discusión alrededor de la salud colectiva. Reconoce que la salud pública dominante en Ecuador y en América Latina se basó en una metáfora dominada por el presupuesto filosófico-teórico de la enfermedad y la muerte, el método positivista, el estructural funcionalismo y el reconocimiento del poder del Estado como fuerza privilegiada para asegurar la prevención de la enfermedad. Estas categorías posibilitaron a los salubristas comportarse como interventores técnico-normativos. Los cambios ocurridos en estas últimas décadas de globalización obligan a la salud pública a encontrar un nuevo derrotero, mediante el cual se pueda comprender y actuar sobre la salud y la vida, y no solamente sobre la enfermedad; interpretar la cultura poblacional y sus formas de ejercicio del poder, y entregar mayor fuerza a la acción social y a las nuevas identidades que luchan por su salud. En esta forma el salubrista debería más bien cumplir un papel de intérprete-mediador de las propuestas diversas en la construcción de la salud. La superación de la salud pública convencional, radica en mirar e interpretar el proceso salud-enfermedad de manera distinta, o sea, ver la salud poblacional en su realidad histórica, en su matriz contextual, en su fundamentación vital y no solo como descuento de enfermedad. Se requiere además, cambiar las prácticas que buscan únicamente éxito técnico ante el compromiso de alcanzar logros prácticos. Al hacerlo se desarrolla ese cuádruple movimiento que nos recomienda Mario Testa, de construcción de sentido y significado, de constitución y determinación. La salud colectiva al ser un conjunto articulado de prácticas técnicas, ideológicas, políticas y económicas siempre abierta a la incorporación de propuestas innovadoras, constituye una cantera de inmenso valor para la reflexión y avance de la salud pública alternativa
The article begins with the analysis of the advances and restrictions in the field of public health; later it deals with the debate on community health. It is recognized that public health care prevailing in Ecuador and in Latin America is based on a metaphor derived from the philosophical-theoretical assumption of disease and death, the positivist method, the structural functionalism and the recognition to the state’s power as a privileged force to assure the prevention of disease. These categories made it possible for health providers to behave as technical-normative interventors. Changes occurred in the last decades of globalization compels public health care to find its new path by which it can understand and act upon health and life and not only upon disease, interpret population’s culture and its forms of power exercise and give more strength to social action and to the new identities that fight for health. In this way, the health provided should play the role of interpreter-mediator of several proposals in the process of health construction. The improvement of the concept of conventional public health care lies in looking and interpreting the process of health-disease in a different way, that is, to see population’s health within its historical realities, its context matrix, its vital substantiation rather than seeing it as mere elimination of disease. It is also required to shift those practice only seeking technical success to the compromise of attaining practical achievements. In doing so, we should develop that quadruple movement of construction of sense, construction of meaning, constitution and determination that Mario Testa recommends. Being Community Health an articulate set of technical, ideological, political and economic practices, always open to incorporation of innovating proposals, it constitutes a high valuable source for reflection and advance of alternative public health